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lunes, 8 de abril de 2013

La Verdadera Libertad



La Estatua de la Libertad (Statue of Liberty), es uno de los monumentos más famosos de Nueva York, de los Estados Unidos y de todo el mundo. Se encuentra en la isla de la Libertad al sur de la isla de Manhattan, junto a la desembocadura del río Hudson y cerca de la isla Ellis. La Estatua de la Libertad fue un regalo de los franceses a los estadounidenses en 1886 para conmemorar el centenario de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos y como un signo de amistad entre las dos naciones. Fue inaugurada el 28 de octubre de 1886 en presencia del presidente estadounidense de la época, Grover Cleveland. La estatua es obra del escultor francés Frédéric Auguste Bartholdi.

El 18 de febrero de 1879, Bartholdi registró la patente en estos términos:

Una estatua que representa Libertad que ilumina el mundo: consiste en un personaje femenino vestido, con un brazo levantado, portando una antorcha, mientras que el otro sostiene una tabla grabada, y con una diadema sobre la cabeza. El rostro tiene rasgos clásicos, pero graves y tranquilos, con el cuerpo ligeramente vencido del lado izquierdo para que la pierna de ese lado mantenga el conjunto en equilibrio.

Sin embargo, la verdadera libertad no viene de un monumento o de una ciudad, tampoco de un país. La verdadera libertad solo proviene de Dios y esta la obtienes con Cristo en tu corazón.

Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres (Juan 8:31-32)

El diccionario define, en parte, la palabra «libertad» de la siguiente manera: «Es la situación, circunstancias o condiciones de quien no es esclavo, ni sujeto, ni impedido al deseo de otros de forma coercitiva. En otras palabras, aquello que permite al hombre decidir si quiere hacer algo o no, lo hace libre, pero también responsable de sus acto». Si… leiste bien, a cualquier esclavitud.

Hay una esclavitud que oprime a millones de personas y que, sin embargo, atrapa y engaña a tal grado que el esclavo no se da cuenta de que es esclavo: la esclavitud de querer quebrantar las leyes morales de Dios. Toda tentación hacia el mal es producto del maligno, que desea hacer esclavos de todos. Jesucristo lo dijo:

De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre. Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres (Juan 8:34-35).

Si permitimos que Jesucristo, el Hijo de Dios, sea el Señor absoluto de nuestra vida, viviremos por encima de esas infracciones a las leyes morales de Dios. El resultado será una vida de paz, de armonía y de plena libertad. Pongámoslo a prueba. Hagamos de Cristo nuestro Señor. Así disfrutaremos de verdadera libertad.


Una Deuda Saldada



Un muchacho pobre vendía mercancías de puerta en puerta para pagar su escuela. Y resultó que un día, después de una jornada entera de trabajo, se encontró con los bolsillos y el estómago vacíos. Rendido por la fatiga, decidió pedir comida en la siguiente casa que tocara. Pero sus nervios lo traicionaron cuando una linda jovencita salió a abrirle la puerta. Sólo fue capaz de pedirle un poco de agua. La chica miró su aspecto. Parecía hambriento. Y, en vez de agua, le trajo un gran vaso de leche. Él lo bebió despacio, y después le preguntó: “¿Cuánto le debo, señorita?”. “No me debes nada -contestó ella-. Mi madre siempre nos ha enseñado a no aceptar nunca un pago por una caridad”. El joven le dijo: “Entonces, te lo agradezco de todo corazón”.

Cuando el joven se fue de la casa, se sintió un poco reestablecido físicamente y, sobre todo, notó que había aumentado su fe en Dios y en la bondad de los hombres. Había estado a punto de rendirse y de abandonarlo todo. Este joven se llamaba Howard Kelly.

Años después, la muchacha enfermó gravemente. Los doctores del lugar estaban confundidos porque se trataba de una enfermedad bastante rara, y decidieron mandarla a la capital para que la vieran los mejores especialistas. Uno de los médicos que la atendió se interesó mucho del caso y prometió hacer todo lo posible para salvar su vida. Después de una larga lucha contra la enfermedad, por fin, ganó la batalla.

El doctor pidió a la administración del hospital que le enviaran la factura total de los gastos para aprobarla. Y después le envió la cuenta a la enferma. La chica tenía mucho miedo abrirla porque sabía que las consultas, intervenciones quirúrgicas y medicinas de su tratamiento habían sido sumamente costosas, y ella no tenía aquella cantidad. Sólo con las ganancias del resto de su vida podría pagar todos aquellos gastos. Finalmente dio un hondo suspiro y abrió el sobre. La factura decía: “Totalmente pagado desde hace muchos años… con un vaso de leche. Firmado: Dr. Howard Kelly”. Lágrimas de alegría inundaron los ojos de la muchacha y, con el corazón rebosante de felicidad, dio gracias a Dios y al doctor Kelly por tanta caridad y benevolencia.

De la misma manera que el Dr. Howard pagó la deuda de esta mujer, Jesús pagó el precio en la cruz por nuestra salvación.

“Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed. Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca. Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu”. (Juan 19:28-30)

Por esa razón si tú ya le pediste perdón y recibiste a Cristo en tú corazón tienes que estar seguro o segura que YA FUISTE PERDONADO, porque JESÚS PAGO TODO POR TI.

No permitas que el enemigo te haga sentir que aun no has sido perdonado o que tus pecados son demasiados “grandes” como para ser perdonados, no creas a todas las palabras que el diablo quiera introducir en tu mente, porque Jesús fue claro en decir: “TETELESTAI” es decir: LA DEUDA HA SIDO PAGADA.

Tú vales la sangre de Cristo, no hay otro precio más grande y valioso que ese, por lo tanto ahora tú perteneces al Señor, no te dejes manipular por las voces negativas que te dicen lo contrario, tú aunque te cueste creerlo, eres PERDONADO, TOTALMENTE LIBRE, porque Cristo te ha hecho libre.